Pensar para dibujar, dibujar para pensar

Esteban Vicente encontró en la luz y el color los motivos de sus grandes cuadros abstractos, pero también realizó una gran cantidad de dibujos a los largo de más de 80 años.

Siempre dio importancia al dibujo. Para él era una forma de observar la realidad y organizar el pensamiento, además de una herramienta para aplicar en sus pinturas, collages y toys.

En la exposición Esteban Vicente. Dibujos 1920-2000 pudimos disfrutar de una selección de 128 obras que nos permitieron recorrer la trayectoria vital del artista, sus descubrimientos a partir del dibujo y su evolución.

En la visita-taller Pensar para dibujar, dibujar para pensar, el dibujo fue nuestro punto de partida.

En las salas del Museo pudimos ver obras de Esteban Vicente en las que el artista abordó distintos géneros: paisajes naturales y urbanos, retratos y autorretratos, desnudos y bodegones.

Observamos en ellos los distintos puntos de vista, los encuadres y las diferentes técnicas y procedimientos.

Descubrimos en sus dibujos la figuración, la síntesis de formas y la abstracción.

El taller se convirtió en una Academia de dibujo y los alumnos que nos visitaron en los estudiantes de arte.

Planteamos propuestas en las que teníamos que dibujar y recurrir a nuestra memoria, la orientación espacial y el análisis de las formas.

Para ello utilizamos uno de los géneros de la pintura: el bodegón.

Los participantes tenían que colocar una serie de objetos sobre una peana para que pudiesen ser dibujados.

Los cuatro bodegones distintos (de objetos geométricos, útiles de artista, elementos de cafetería y frutas) nos remitían a escenarios importantes para los artistas y estudiantes de arte del siglo XX.

Cada bodegón tenía un color asociado, así nuestra mirada podía centrarse en la forma, la posición y las proporciones.

Sentados alrededor de los objetos para trabajar los puntos de vista, lanzamos la primera propuesta.

Después de colocar los objetos y mirarlos durante unos instantes, dibujamos de memoria los objetos.

Para ello nos pusimos de espaldas al bodegón y tratamos de recoger sobre el papel nuestras ideas.

Para este primer ejercicio necesitábamos contar con nuestra memoria visual.

En ocasiones faltaba algún objeto, o estaban cambiadas las posiciones, o se dibujaba la “idea” que podemos tener sobre una taza, y no la taza concreta.

Pero la dificultad no era muy alta, al fin y al cabo, todos hemos dibujado cosas de memoria, o incluso inventadas.

El trazo a veces era suave, inseguro, muchas líneas para una sola forma, como tratando de recordar con el lápiz.

La segunda experiencia consistía en dibujar el bodegón mirándolo directamente, pero esta vez sin poder mirar el papel.

Para ello utilizamos una tela que nos tapaba lo que estábamos dibujando.

Este ejercicio exigía control especial.

Era sin duda el más difícil porque, ¿cuántas veces hemos dibujado con los ojos cerrados?

Pero también era una experiencia sorprendente porque el dibujo no se parecía al objeto.

Muchos trataban de no levantar mucho el lápiz para no perderse dentro del papel.

En los resultados se veían algunos objetos separados, otros superpuestos e incluso fuera del folio. Todas las formas se reducían al mínimo, no se recogían ni las sombras ni los detalles, sino que dibujamos lo imprescindible.

Por último, realizamos un dibujo en el que podíamos mirar los objetos y el papel a la vez, es decir, un dibujo al natural.

Se hizo el silencio y creció la concentración en nuestra academia de dibujo.

Este dibujo generaba otro tipo de inseguridad, la de sentirse capaz o no de plasmar lo que veíamos sobre el papel. Aparecían entonces elementos más complejos, perspectiva, detalles, sombras y un trazo más fuerte y firme.

Los resultados de cada uno de los procesos nos sirvieron para descubrir muchas cosas. Surgieron algunas ideas, dudas y miedos, formas diferentes de coger el lápiz, ritmos y trazos.

No todos los bodegones tenían la misma dificultad, aquellos objetos que no nos son familiares nos cuesta más dibujarlos, y los objetos que tienen formas complejas, como una tetera, nos puede costar más que formas como el cilindro. Juntos nos asomamos a las relaciones entre la mirada, el cerebro y la mano dibujando y observando lo dibujado. ¿Os apetece acompañarnos?

En este blog podréis ver algunos de los procesos y de los resultados.

BIBLIOGRAFÍA:

Esteban Vicente. Dibujos, 1920-2000

Texto Alfonso Palacio; coordinación Inmaculada González Chao y Ana Doldán de Cáceres. Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente, Segovia, 2010.

Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente.

Textos de Ana Martínez de Aguilar, Valeriano Bozal y José María Parreño.

Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente, Segovia, 2003.

El color es la luz: Esteban Vicente, 1999-2000.

Edición de los escritos de arte de Esteban Vicente.

Texto introductorio de Ana Martínez de Aguilar y José María Parreño.

Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente, Segovia, 2001.

Guía didáctica para docentes.

Textos e idea original de Gael Zamora Lacasta y Águeda Hervás Alonso.

Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente, Segovia, 2008.

Una ventana al arte de Esteban Vicente: guía didáctica para familias.

Textos e idea original de Gael Zamora Lacasta y Águeda Hervás Alonso.

Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente, Segovia, 2008.

Esteban Vicente : obras de 1950 a 1998.

Madrid : Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, 31 de marzo al 1 de junio, 1998.

Estrategias del dibujo en el arte contemporáneo.

GÓMEZ MOLINA, Juan José (coord.). 3ª ed. Madrid: Cátedra, 2006. Arte Grandes Temas.

Las lecciones del dibujo.

GÓMEZ MOLINA, Juan José (coord.). 3ª ed. Madrid: Cátedra, 2003. Arte Grandes Temas.

Máquinas y herramientas de dibujo.

GÓMEZ MOLINA, Juan José (coord.). Madrid: Cátedra, 2002. Arte Grandes Temas. GÓMEZ MOLINA, Juan José; CABEZAS, Lino; COPÓN, Miguel.

Los nombres del dibujo.

Madrid: Cátedra, 2005. Arte Grandes Temas.